Hoy recomiendo un programa al que no se presta la atención que merece: “Zoom tendencias”. Es cierto que es un espacio insufrible, pretencioso y elitista debido a que trata asuntos elitistas, pretenciosos e insufribles de un modo insufrible, elitista y pretencioso; pero hay que reconocerle que no suscita en el espectador la reacción de huida automática que provocan otros programas inaguantables. Cuando uno se tropieza con “Zoom tendencias” en La 2 apetece mirarlo detenidamente y demorarse durante un minutazo o dos antes de mandarlo al guano haciendo zapping. De este modo, gracias a esos instantes que uno espiga aquí y allá, y que atesora en su corazoncito, va sabiendo cuáles son las tendencias que marca la más rabiosa actualidad de la gente guapa que está a la última y sigue la moda de lo más de lo más. Y así, ¡oh, placer de dioses!, sabiendo todo eso, uno puede ponerse sibarita y darse el gustazo de darle un corte de mangas y hacer exactamente lo contrario.
Porque “Zoom tendencias” tiene un
nombre pintiparado para su propósito: poner el foco en cada detalle de todas
aquellas pijoterías sobrevaloradas de las que uno tiende a huir como alma que
lleva el diablo. ¿Que “Zoom tendencias” visita una ciudad? Muy bien, pues
veamos qué lugares están de moda para no ir por allí ni a tiros. ¿Que salimos
de fin de semana? Estupendo, pues conozcamos ese hotelito tan cuqui del que nos
habla el heredero que transformó a capricho uno de los palacios familiares
siguiendo los consejos de su esposa aficionada a la decoración y el
interiorismo para buscar alojamiento en otro sitio. ¿Que vamos a cenar o de
vinos o de vacaciones? Vale, pues huyamos de estos restaurantes, estas bodegas
y estos destinos. Es fácil saber cuáles. Basta tener la tendencia a escapar de “Zoom
tendencias”.
1 comentario:
De este modo, gracias a esos instantes que uno espiga aquí y allá, y que atesora en su corazoncito, va sabiendo cuáles son las tendencias que marca la más rabiosa actualidad de la gente guapa que está a la última y sigue la moda de lo más de lo más. Y así, ¡oh, placer de dioses!, sabiendo todo eso, uno puede ponerse sibarita y darse el gustazo de darle un corte de mangas y hacer exactamente lo contrario.
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