La crítica televisiva de hoy es
cantada. Solo hay que acompañar al sin par Julián
Hernández cuando en el disco “Made in Japan” (grabado en Memphis, Estados
Unidos: ¡viva Siniestro Total!) decía: “Sin
novedad en el potaje, comandante; sin novedad en el potaje, coronel; hoy el
rancho es el mismo de siempre, así que no hay nada que comer”. No sé qué
bola de cristal consultó el visionario Hernández
para escribir esto, pero antes de que existiera “Gran hermano” resumió en dos
líneas los estrenos de todas las ediciones de este reality show una vez superada la novedad que supuso su aparición
hace tres lustros. Porque el arranque de la edición 16 (¡socorro, mátenme!) que
hizo el domingo por la noche Telecinco volvió a consistir en el mismo
narcisismo de siempre en el que sigue sin haber nada que comer.
Se ve que en una reunión de
jefazos decidieron volver a presentar el potaje de la nueva edición como algo
diferente elaborado con nuevos ingredientes, pero no cuela. Da igual que lleven
un mes contando novedades, da igual que tiren la casa y la construyan de cero,
da igual que se deshagan de los viejos participantes y hayan comprado otros
nuevos, da igual que reformen el logo, da igual que reformulen las reglas, da
igual que lo que antes ocurría en “GH” fuera superfuerte por un motivo y ahora lo
sea por otro, da igual que los niñatos y niñatas del concurso jueguen al a que
te pillo, a las mentirijillas, a la gallinita ciega, a los papás o al quieres
casarte conmigo, da igual incluso que Mercedes
Milá caiga en éxtasis místico viendo “Cámbiame” y dé un vuelco radical a la
civilización occidental cambiándose el peinado. Al final, no hubo novedad en el
potaje que sirvieron a la audiencia.
“Para los vegetarianos hoy hay carne de cañón”, añade Hernández en
aquella canción de Siniestro Total. En esto, la comandante coronela Milá se
comportó con más generosidad: en el rancho de “GH” hay carne de cañón para
todos.
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