Eso de la tasa de mortalidad
infantil y la esperanza de vida está mal. La idea es buena, pero se está
quedando atrás. La esperanza de vida y la tasa de mortalidad infantil son
indicadores que servían para conocer, evaluar y comparar las condiciones de
vida de diferentes países, así como su evolución a lo largo del tiempo, pero ya
no. Ahí está la penúltima actividad de los concursantes de “Gran hermano” para comprobarlo.
Esta semana varios concursantes adultos
que son muy amiguísimos del todo para siempre juntos se levantaron de noche
superemocionados de la emoción superfuerte que les invadía y fueron a echar
espuma muertos de risa por la cara a otra adulta muy mala que estaba dormida y
que se lo merecía por lo mala que era con ellos cuando jugaban al concurso de
la tele en el se lo pasan superbién si no fuera porque la mala se porta
supermal así que no hagas ruido que no vaya a ser que nos descubra ya verás la
cara que pone cuando se despierte llena de espuma es que me desorino vaya risa.
Si alguno de estos adultos
muriera, Dios no lo quiera, no variaría la tasa de mortalidad infantil, porque
solo recoge las muertes de niños menores de una año y en “GH” solo concursan adultos.
Pero, visto lo visto, ¿no habría que rehacer este indicador ampliando el
término “infantil” hasta al menos los cuarenta y pico años que tiene la mala de
“GH” esta edición? En España, la esperanza de vida crece dos años cada década,
pero “GH” muestra que el infantilismo va más rápido, así que habría que crear un
nuevo indicador: la esperanza de vida adulta. En él se recogería la cantidad de
años que los ciudadanos viven como adultos (ya superado el infantilismo) antes
de morirse. Bastaría poner la tele para calcular que en 2095 los españoles
tendremos una nula esperanza de vida adulta y un mil por mil de mortalidad
infantil de viejitos de 98 años nominándose unos a otros.
Qué grande!
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