La discusión no debería ser sobre si las televisiones deben emitir o no la foto del niño muerto en la playa turca. La discusión debería ser sobre si las televisiones deben emitir o no alguna otra cosa diferente a la foto del niño muerto en la playa turca mientras no se resuelva el drama de los refugiados sirios. No tiene mucho sentido cuestionarse la moralidad de ofrecer a los espectadores la imagen de un niño de tres años tendido muerto sobre la arena. Lo que tendría sentido sería cuestionarse la moralidad de ofrecer a los espectadores “El hormiguero”, “Mujeres y hombres y viceversa” o “Batman begins” mientras la marea lleva hasta la orilla en Turquía el cadáver de gente que huyó del horror en que se ha convertido su tierra natal y halló todo tipo de dificultades para encontrar otro lugar en donde le permitieran llevar una vida normal. Eso es lo que toca hacer aquí y ahora, en Europa a comienzos de septiembre de 2015, ante la mayor crisis humanitaria en Oriente Medio de las últimas décadas: deberíamos exigir tuits sobre la responsabilidad de los periodistas que van a cubrir el nuevo avatar de Isabel Pantoja en la cárcel, intervenciones en los debates televisivos en las que los responsables de las cadenas justifican la postura de su cadena ante la emisión de un nuevo capítulo de “El secreto de Puente Viejo” el día que se conoció otra oleada de muertes en el Mediterráneo.
Vienen escapando de un infierno de violencia, religión y pobreza, y se encuentran con muros y cuchillas que les impiden llegar a ponerse a salvo. Pixelamos la cara del niño sirio cuando aparece muerto sobre nuestras playas porque, aunque se le prohíba entrar en nuestros países, seguimos demostrándole respeto y defendiendo su derecho a la privacidad como si fuera la hija de Belén Esteban y Jesulín de Ubrique. Y su drama nos da ocasión para tener un interesantísimo debate sobre los límites del morbo en el periodismo actual, que se emite, eso sí, justo entre “Zapeando” y “Cazamariposas VIP”.
Aplauso!
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