Qué flojo estuvo el padre Fortea en su entrevista con Risto Mejide del otro día (“El rincón de pensar”, noche de los martes en Antena 3). Apenas se ofendió por las preguntas que le hizo Risto, por el tono de la entrevista y por la falta del habitual respeto servil con que la autoridad religiosa está acostumbrada a ser tratada desde hace siglos. Solo dijo que había sugerido cosas que le habían “ofendido bastante”. Qué flojo.
Menos tibios, aquí estamos muy ofendidos
con las respuestas de este sacerdote especializado en exorcismos, demonología y
posesiones diabólicas (incluso indignados con las posesiones diabólicas que
logra una institución religiosa al poner a su nombre edificios, fincas y propiedades
diversas aprovechando el alucinante privilegio que posee de realizar
inmatriculaciones).
Sobre los casos de abusos a
menores en el seno de la Iglesia, Fortea templó gaitas (con perdón), pero hablando de exorcismos nos dejó
boquiabiertos. Es que las verdades eternas permiten pasar por encima de
tonterías como el método científico, la sensatez o la piedad. Aseguró que en
España atiende cada año a unas cuatro personas que, por invocar espíritus y chorradas
de esas que gustan a Íker Jiménez,
son poseídos por el demonio (“sienten presencias, que les ha entrado
algo”. ¡Y no es una tenia!). El tío sabe a ojo y sin consultar a ningún
especialista que no son enfermos. Solo habla con ellos para hacerse “una idea de su estado mental”. También
vale que una madre indocumentada de una pobre niña enferma cuente una chifladura
(“Yo estaba cosiendo en el salón y de
pronto mi hija entró en trance, estaba en un sillón y el sillón se elevó en el
aire”) para que la exorcice durante más de siete años. Su “tratamiento” es
rezar y esperar. “Tras rezar, la persona
queda liberada. Por eso se hace el exorcismo, porque tenga uno la teoría que
tenga, lo cierto es que funciona”. ¡Porque “funciona”, justo la insensatez
de la que viven tantas dietas milagro, adivinos, vendedores de amuletos y
timadores en general!
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