Más allá de la
grimosa promoción de los capítulos finales de la “doceava” temporada de “Dos
hombres y medio” (TNT), y no de la duodécima o la decimosegunda, el punto final
de la serie que un día nos regaló a un gran personaje como Charlie Harper es
triste para los que nos quedamos sin los chistes y juegos de palabras más ácidos
y explícitos desde la inolvidable “Matrimonio con hijos”. Pero, sobre todo, el
fin de “Dos hombres y medio” nos deja sin Alan Harper, el hermano de Charlie, un
tipo absolutamente mezquino, gorrón, rastrero, egoísta, cutre, vago, indigno y
divertidísimo. Alan es un miserable hipersensible, una vergüenza para el
proletariado, un insulto a las relaciones humanas sanas, una oda a las camisas
horribles, un soneto al materialismo mecanicista, un pareado a la grosería. Alan
es un tipo patético que se hace querer porque nunca pretendió ser lo que no
es.
Alan
Harper se conoce bien a sí mismo, pero jamás perdió un segundo reflexionando
sobre sí mismo. Como diría Pascal Bruckner, Alan aspira a gozar de
los beneficios de la libertad sin sufrir ninguno de sus inconvenientes, quiere
vivir en la diversión permanente porque es un inmaduro perpetuo y un mártir
autoproclamado que huye de sus deberes. Pero nos partimos de risa con él. El
adiós a Alan permitió una última broma de Chuck Lorre, creador de la serie, a
costa de Charlie Sheen, el actor que interpretó a Charlie (¿o fue al revés?), y
que sólo los fieles seguidores de “Dos hombres y medio” entendimos en toda su
gracia. Pero a quien echaremos de menos es a Alan. El individualismo egocéntrico
y canalla de Charlie era tan divertido como el individualismo egoísta y cutre de
Alan, y tan descacharrante como el individualismo proletario de Al Bundy, el
gran protagonista de “Matrimonio con hijos”. Pero nunca olvidaremos el corte de
pelo de Alan, la brutal sinceridad consigo mismo de ese quiropráctico de Malibú
y la admirable capacidad del hermano de Charlie para convertir a Charlie en el
hermano de Alan. No te vayas, Alan. ¿Por qué no hablas con Al Bundy para que te
deje vivir con él y su familia en la serie “Matrimonio con hijos y con Allan”?
Chicago no es Malibú, pero es mejor que morir aplastado por un piano.
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