El otro día descubrí “Urbanitas por el campo” en La 2 y acabé hasta el gorro. Y bien que lo siento. Lo siento porque la idea del programa es buena: un ciudadano de ciudad visita a unos ciudadanos de campo no necesariamente campesinos y colabora con sus quehaceres diarios. Lo siento porque la cadena es buena: La 2 cumple con su función de servicio público mostrando lo que somos, vertebrando la sociedad que la sostiene, ofreciendo un producto digno y bien concebido. Lo siento por los trabajadores que lo realizaron de forma impecable. Lo siento por los invitados que se prestaron a colaborar con un programa y unas tareas que quedan lejos de su trabajo y competencias personales. Y lo siento por quien propuso el nombre “Urbanitas por el campo”, que certeramente nos recuerda que “Españoles por el mundo” tiene una versión local más cercana que no debemos olvidar deslumbrados por otros lugares más pintorescos fuera de nuestras fronteras. Pero, sintiéndolo mucho, acabé hasta el gorro.
El primer capítulo de la serie “Urbanitas por el campo” está
protagonizado por un famoso fotógrafo de Cádiz que visita Lérida y Teruel. Es
simpático, tiene un trato muy cordial y en todo momento está predispuesto a
colaborar en lo que le indiquen. Pero, ay, ¿por qué está todo el rato repitiendo
“la verdad”? ¿Por qué, dijera lo que
dijera, no hacía más que añadir “la
verdad” en todas sus frases? ¿Era para que él pareciera más auténtico, el
campo más genuino o ambos más “de verdad, la verdad”? ¿Le mandó un guionista
del programa con más peligro que el genio maligno de Descartes decir “la verdad” cada vez que abría la boca? ¿O será, ay
qué miedo, que va siendo difícil encontrar a un español, sea urbanita o rural,
que no repita en un bucle infinito la verdad, la verdad y la verdad?
1 comentario:
NO, lo que pasa es que puede que sea amigo del Paco Marruenda, ya que este tiene la patente de la frase, puesto que tambien la repite cada tres palabras.
Fijate qmigo mio y veras que es cierto.
Abrazos.
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