Hagamos un último intento para aceptar “Eurovisión” como animal de compañía. Quienes huimos del festival sin ser capaces de ver en él un programa musical de interés cósmico (ni siquiera de interés, ni siquiera musical), quienes miramos el fenómeno eurofán y no somos capaces de reconocer en sus miembros a individuos pertenecientes a nuestra misma especie biológica podríamos convivir con el programa y los eurofans si ellos reconocieran que nosotros también existimos.
Lo opuesto a fan (o sea, a seguidor, hincha, entusiasta,
apasionado, exaltado, ferviente, intolerante, intransigente y, en definitiva,
fanático) es equilibrado, ponderado, ecuánime. Qué le vamos a hacer. Pues menos
trabajar para la tribu eurofán y que nos ofrezcan un festival más abierto,
menos fanatizado y extremista. Y para eso podían empezar por darle un poco más de
bola a José María Íñigo, sin limitar
su función a la de voz en off y busto
parlante. Tampoco es pedir tanto.
El otro día, Íñigo (sucesor en la labor eurovisiva de José Luis Uribarri) se soltó la melena
(es un decir, claro) e hizo unos comentarios no suficientemente fanáticos, no
suficientemente extremistas sobre Edurne
y su canción. Le saltaron al cuello. Es un error. Lo que “Eurovisión” necesita
es menos melindres y más caña, menos empacho dulzón y más acidez, menos
fanatismo y más distancia. ¿Que Íñigo dijo que le gustaría que ganara el Reino
Unido para ir el año que viene a pasar diez días Londres? Muy bien por él y por
su sentido del humor, pero hay que dar más duro, no menos. ¿Que dijo que echaba
en falta un estribillo en la canción porque los grititos los escuchas tres
veces y ya está? Muy bien por él y por su sentido crítico, pero hay que dar más
caña, no menos. Un Íñigo más suelto y los eurofans contenidos tras una valla de
protección sería el primer paso para que la retransmisión del festival volviera
a ser un programa de televisión y “Eurovisión” pudiera considerarse un animal
de compañía. Y si no, no.
2 comentarios:
Muchas gracias por tus palabras.
José María Iñigo
Gracias a ti, es un honor. Y a ver si en lo sucesivo te dejan y nos dejan ver cómo, dicho con todo el cariño, te “desmelenas”. Permitir que los profesionales demuestren ante el micrófono y en la pantalla todo lo que saben debería ser el mandamiento número uno de RTVE, la radio y la tele de todos.
Un saludo,
Antonio Rico
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