Por si alguien lo duda: por aquí no hay ningún interés en ver
las fotos en topless que le hicieron
sin permiso a Mariló Montero
mientras estaba de vacaciones en no sé dónde con su amiga no sé quién. Allá
ella si primero quiere ponerse moderna y decir que les gusta tanto a los amigos
de su hijo que le enseñaron una palabra nueva: “milf” (acrónimo de “mother
I’d like to fuck”). Allá ella si después quiere ponerse supermoderna dando
besitos en los labios a su compañera María
Casado delante de todo el mundo. Allá ella si encima quiere ponerse supermodernísima
haciendo topless cuando, donde y con
quien quiere. Y si, para rematar, sufre un desconcertante ataque de pudibundez
galopante y exige que las fotos que le hicieron no se publiquen, eso también es
cosa suya y hace bien en intentar evitarlo (¡no vaya a ser que la vean los
amigos de su hijo, que están en una edad muy mala!). Incluso podemos superar que
intentara defenderse diciendo en una entrevista en Canal 24 Horas “Lo más grave es que se insinúe que tengo
una relación homosexual” (¿desde cuándo mantener una relación homosexual es
algo grave?), porque después corrigió sus palabras (y lo hizo mucho mejor que
cuando intentó arreglar su delirante concepción del transplante de alma o su
afirmación de que oler limón previene el cáncer).
Lo que sí nos interesa es saber cómo es posible que, el día
del trágico suceso en el instituto de Barcelona, la periodista Montero dijera
esto en La 1 mientras señalaba la imagen de una ballesta: “Lo que me llama la atención es el arma, que evidentemente no es
habitual, o sea, es decir, aquí tenemos lo que es una ballesta, una ballesta que
es como un arco… muy moderno. Pero es muy complejo, es un arma muy compleja,
mira, es como un arco moderno con flecha”. Y, sobre todo, por qué tras
tanta incompetencia no la despiden, o, al menos, eliminan el vídeo de la web y
lo esconden con las fotos del topless
donde nadie pueda verlo nunca jamás.
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