Hay que enmoquetar TVE. De parte a parte. Con una moqueta gorda y peluda que disimule todo lo que hay que tapar con ella. Una moqueta sufrida que permita esconder debajo la porquería: incompetencia, necedad, dejadez, falta de profesionalidad, improvisación, mala fe. Un poco de todo. En condiciones normales habría valido con barrer TVE y esconder la barredura debajo del pico de una alfombra. Pero ya no. No solo porque la suciedad va siendo demasiada y una alfombra no abarca tanto, sino porque desde el sábado, la basura es la alfombra misma. “La alfombra roja palace” se emite en La 1 después de cenar, dura tooooda la noche y es por sí misma un desecho mayor que cualquiera de las barreduras que podemos esconder en casa debajo de la alfombra un día con prisa.
“La alfombra roja palace” es una
propuesta rancia para una noche rancia con pretensiones rancias relleno de
humor rancio, música rancia, comentarios rancios, invitados rancios, ideología
rancia, actuaciones rancias, sonrisas rancias, tópicos rancios y resultados
rancios. Eso no se tapa poniendo encima una esterilla amplia porque por un lado
sobresalen unos señores con esmoquin y unas señoras con transparencias, y por
otro un niño encarnando, una vez más, el inevitable gracejo andaluz, versión
infantil, variante flamenca. Ese monólogo de Jaimito Borromeo elogiando a “la mujer” con el mismo tono rancio
con el que El Fary elogiaba a “la
mujer” aquel día que habló del hombre
blandengue no se puede disimular debajo de un felpudo, por muy grande que
sea, porque por una esquina asoma su apostilla “Que no me entere yo de que ese culito pasa hambre”, rematado por
el presentador diciendo “Esto es España,
la España de siempre que me gusta a mí”.
Una alfombra tan sucia como “La
alfombra roja palace” solo se tapa con una moqueta tan enorme que abarque toda
TVE y no deje ver la mierda que hay debajo.
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