Creo que no les estoy
destripando la serie si les digo que en la tercera temporada de “House of Cards”
(Canal+), el ahora presidente de los Estados Unidos de América Francis
Underwood sigue siendo una persona horrible, un político sin escrúpulos, un
marido maquiavélico, un amigo peligroso, un jefe sin perdón, un diplomático sin
corazón y un trabajador incansable. Tampoco les destriparé la diversión si les
digo que Claire Underwood, actual primera dama, es una persona maquiavélica, una
política incansable, una esposa peligrosa, una amiga sin perdón, una jefa sin
escrúpulos, una diplomática horrible y una trabajadora sin corazón. Y, con todo,
a veces Francis y Claire nos conmueven porque, de vez en cuando, el presidente y
la primera dama se muestran vulnerables y tan perdidos en la gran política de
Washington como Paco Martínez Soria en la gran ciudad. Exagero. Pero me habría
gustado ver a Paco Martínez Soria en el despacho oval.
Es cierto que el hecho de que haya malas personas que se emocionan con la
música de Mozart o la poesía de Neruda no contamina la música de Mozart ni la
poesía de Neruda, pero también es cierto que el hecho de que Francis y Claire se
emocionen con un buen vino, una charla íntima a corazón abierto o el paciente y
efímero trabajo de unos monjes tibetanos no convierte a Claire y a Francis en
buenas personas. Francis Underwood no es una mala persona porque orine en la
tumba de su padre, escupa sobre un crucifijo o utilice como confidentes a los
pobres espectadores. Claire no es una mala persona porque anteponga su carrera a
cualquier otra cosa o se enfrente al presidente de Rusia en una rueda de prensa
sólo para después elevarse como una diosa por encima de su teórica
autodestrucción. Francis y Claire no son malos porque son desgraciados, como
dice la criatura del doctor Frankenstein. Claire y Francis son malos porque,
como Tony Montana en “El precio del poder”, quieren el mundo y todo lo que hay
en él, y para lograrlo han decidido no tener en cuenta los medios a no ser para
considerarlos como una de las bellas artes. Francis y Claire son malos, saben
que son malos, les gusta ser malos, están orgullosos de ser malos y, encima,
creen que sus fines son buenos. ¿Cómo luchar contra eso sin parecerse a Paco
Martínez Soria?
Es increíble la capacidad que tiene esta serie de engancharnos con unos personajes tan malvados e incluso empatizar y lo mejor es que no nos cansamos. Muy buenos contenidos, me encanta vuestro blog como Guia.
ResponderEliminarAcabas de hacerme un spoiler impresionante, la próxima vez avisa, anda. Pero leerte sigue siendo un gusto.
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