Hacen falta más programas religiosos en la tele. Hasta ahora eran una rémora anacrónica difícil de justificar, un foco de creencias irracionales que habían encontrado su reservorio en La 2 permaneciendo inmunes a la crítica social y la separación Iglesia-Estado que tan bien se predica con aquello de a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César pero que tan poco se cumple cuando toca renunciar a un privilegio, a unos ingresos o a ambas cosas.
Como los actuales programas religiosos tienen un interés descaradamente
proselitista, solo cuentan las maravillas y ventajas que, dicen, supone asumir
sus creencias, pero, vaya por Dios, son tan breves que no les da tiempo a
contar los inconvenientes. Así que hablan de cielos, pero no de infiernos; de
premios, pero no de castigos; del amor, pero no del temor de Dios. Y los
informativos están dejando claro que deberíamos conocer mejor las prohibiciones
que los diferentes dioses dan a los hombres porque circula por ahí mucho
intransigente armado obligando a que todos, creyentes o no, acatemos sus
mandamientos por muy ridículos o ajenos que nos parezcan.
Así que “Islam hoy” debería explicar qué otras cosas no debemos
hacer por nada del mundo además de no dibujar a Mahoma, no vaya a ser que nos disparen porque tampoco esté bien,
qué sé yo, cantar en la ducha. “Shalom” debería explicar cómo cocinar al gusto
de Jehová y, de paso, si ya podemos decir “Jehová” sin que nos lapiden. “Buenas
noticias TV” debería aclarar cómo no ofender a ninguna de las miles de
versiones protestantes que hay en el supermercado bíblico, especialmente es la
sección de bufé libre “Interpreta la Biblia a tu bola, aleluya”. Los programas
católicos podían empezar publicando el índice de libros prohibidos y continuar
con una lista detallada de las conductas por las que podemos esperarnos un
puñetazo de los de hoy o una hoguera de las de antes. Y las demás miles de
religiones también deberían tener su propio programa en la tele para contarnos
sus obsesiones y mandamientos, que armas por ahí hay muchas y no siempre las
carga el diablo.
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