Un personaje de la
película “El terror de los Tongs”, protagonizada por Christopher Lee un poquito
antes de ponerse los bigotes de Fu-Manchú, se pregunta por qué a todos los
occidentales les gusta divertirse de la misma manera en que viven: de forma
ruidosa y vulgar. Los Tongs del Dragón Rojo son una organización secreta que se
dedica a sembrar el terror y la corrupción en Hong Kong, pero la observación del
Tong es interesante porque el ruido y la vulgaridad son precisamente las señas
de identidad de muchos de nuestros programas televisivos (“Killer Karaoke”,
“Jugones”, “Adán y Eva”, “Mujeres y hombres y viceversa”, “Gandía Shore”), de muchísimas películas y de no pocos informativos. Pero los
Tongs tendrían que reconocer que no todo es ruido y vulgaridad en el occidente
televisivo. La serie danesa “1864” (Canal+ Series), por ejemplo, es digna
heredera del shakesperiano “algo huele a podrido en Dinamarca”.
Muchos no teníamos ni idea de que en 1864 Dinamarca y Prusia fueron a la
guerra por un quítame aquí o ponme allí unos territorios de nombre
impronunciable. La historia está llena de masacres desconocidas entre gente que
no se conocía para provecho de gente que sí se conocía pero que no se masacraba,
y la Guerra de los Ducados entre daneses y prusianos fue una de ellas. “1864”
cuenta, con silenciosa elegancia, la historia de amor entre dos hermanos
campesinos y su mejor amiga, y también muestra el horror absoluto de la guerra y
la asquerosa frivolidad de los políticos y los poderosos cuando toman decisiones
como quien mueve los peones en el ajedrez. En la película “Troya”, el troyano
Héctor, un poco harto de las tonterías románticas de su hermano Paris, dice que
ha matado hombres, les ha oído y les ha visto morir, pero también jura que no
hay nada glorioso en ello, nada poético. Hay mucha poesía en las imágenes de
“1864”, pero poca gloria. No hay nada glorioso en matar y morir, ni en Troya ni
en Dinamarca. Nos importa la historia de Peter, Laust e Inge, nos sobrecoge la
crudeza de la guerra y estamos seguros de que los Tongs del Dragón Rojo tendrán
que tragarse sus palabras cuando se sienten en el sofá a ver “1864”.
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