Existimos. Por fin. Nosotros, esa multitud silenciosa que se siente verdaderamente molesta por las fiestas navideñas, hemos conseguido hacernos reales en el año 2014. Hasta ahora no existíamos, y la verdad oficial aseguraba que llegado diciembre la ciudadanía en pleno, como un solo hombre, se veía arrebatada por una sacudida cannábica de paz y amor hacia sus semejantes que la hacía precipitarse a los centros comerciales para llenar de felicidad a la Humanidad. Todo era alegría, lucecitas y buenos deseos altruistas. Las cadenas televisivas confirmaban este fenómeno. Programas especiales, nieve e iconografía protestante por todas partes, y, sobre todo, muchas promos con las principales caras de la cadena cantando de forma insoportable, o bailando de forma insoportable, o cantando y bailando de forma insoportable una canción habitualmente insoportable. ¿Existe alguien a quien no le guste la Navidad? No, nadie, por dios, habría que ser muy mala persona para no compartir esta celebración invernal y planetaria.
Hasta ahora. Hasta hoy. Hasta este mes. ¡LaSexta -el cielo la bendiga- acaba de producir la primera promo de Navidad en la que estas fiestas son tratadas como lo que son: un petardo mayúsculo! Seguramente la habrán visto: aparecen varias imágenes relacionadas con las reuniones familiares de estos días y un eslogan que debería pasar a la historia de la publicidad por su valentía, lucidez y precisión: “Ponte laSexta y espera que pase”. Diademas de cuernos de ciervo, suegras tocando la zambomba, cantatas luteranas y narices de payaso. “Ponte laSexta y espera que pase”. Y así, de golpe, cien mil, un millón, diez millones de españoles -no sabemos cuántos somos porque siempre se negó que existiéramos, como los homosexuales en Irán o los amantes del cine norteamericano en Corea del Norte- comenzamos a ser visibles, a salir de las sombras y de un armario asfixiantemente lleno de espumillón. Existimos y proclamamos a los cuatro vientos nuestro orgullo antinavideño. Gracias, laSexta.
La verdad es que me han devuelto la alegria de vivir.Yo creia que era una rara avis por lo de la navidad, una época que a mi me parecia hipócrita a mas no poder, en manos de los comerciantes, que aprovechaban este entramado para ponerse las botas, de los curas, que al fin eran protagonistas de algo tangible y que gustaba a todo el mundo.Menos a mi. A mi no me la dan con queso.Esto es una farsa como una casa.
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