Dicen que la vencedora de este “Gran hermano” fue Paula González, pero eso es mentira. Sí es cierto que hace tres meses entró a concursar una chica muy mona que vivía en Barcelona y se llamaba Paula González. Y también es cierto que si te paras a mirar la foto de quien anteayer ganó “GH” ves que se parece a Paula González como se parecen dos gotas de agua. Pero Paula no está, Paula se fue, Paula escapó de nuestras vidas.
La desaparición de Paula González no se debe simplemente a
que aquella chica que hace tres meses llegó a concursar a la gran mentira hoy
se ha transformado en un mutante que ha mandado definitivamente su vida a freír
churros. La desaparición se debe a que Paula González ha muerto como individuo
y se ha transformado en mujer. Presa del eterno femenino, atrapada en su cuerpo
mujeril, prendida por su condición femínea, encarcelada en su código genético,
víctima de la falta de un cromosoma Y frente al X, Paula González se ha diluido
en su género. Paula González ya no es lo que hace, ahora es lo que le pasa, es
parte indistinguible en un todo que la sobrepasa y desborda. Es su biología. Y
biología es destino.
Esto es lo que dijo Mercedes
Milá la semana pasada cuando anunció en “GH” quiénes habían llegado a la
final del concurso: “Chicos, qué queréis
que os diga a todo el plató. Es la primera vez que cuatro mujeres quedan juntas
esperando la final de “GH”. Es bonito después de que nos han puteado toda la
historia de la humanidad, que de repente en “GH” podamos tener cuatro tías
defendiendo lo que hay que defender. Pues a mí me gusta, qué queréis que os
diga. ¡Porque yo soy feminista! ¡Desde que nací!”. Una de las cuatro mujeres
ganó, claro. Da igual cuál. Lo importante es que ganó una mujer puteada toda la
historia de la humanidad que, obediente y sumisa, ha aceptado defender como hay
que defender el negocio de unos cuantos señores que no dan la cara y mueven los
hilos desde arriba, desde el lugar al que no llegan los disparos.
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