No es lo mismo ver “Apocalipsis:
Aristóteles observa, comentando a los que
pretenden que se pueden concebir simultáneamente los contrarios, que cuando
Homero representa a Héctor delirando por efecto de sus heridas, tendido en
tierra y trastornada su razón, parece como si el poeta creyese que los hombres
en delirio tienen también razón, aunque esta razón ya no sea la misma. ¿Y no es
así? Cada capítulo de “Apocalipsis: la Primera Guerra
Mundial” está aliñado con cartas de los soldados a unos seres queridos que
probablemente nunca volverían a ver, reflexiones de unos hombres heridos y
trastornados y, por ello, absolutamente lúcidos. Esas cartas escritas por
simples soldados asustados, hartos y perplejos explican lo que fue aquella
locura mucho mejor que las imágenes de bombas haciendo añicos la nada,
rudimentarias máscaras anti-gas, hombres manejando lanzallamas que parecen
salidos de un cuadro de El Bosco,
elegantes oficiales charlando mientras se atusan los bigotones y todo ese
barro, toda esa suciedad, toda esa inmundicia física que convirtió a los
hombres en ratas. Hay que prestar atención a los delirios de los soldados
porque explican las razones del horror. Héctor, Aníbal y Gengis Kan pueden
protagonizar documentales sin que nos tiemblen las rodillas, pero las cartas de
los soldados que lucharon en la Primera Guerra Mundial fueron escritas ayer y nos
hielan el corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario