Tiene razón Lorne Malvo,
el inquietante asesino interpretado por Billy Bob Thornton en “Fargo” (Canal+
Series): hay caminos que es mejor no recorrer. Antes, dice Lorne, los mapas advertían dónde había dragones. Ahora no, pero eso no quiere
decir que no haya dragones. Los hay. Y están escondidos dentro de uno mismo. Que
se lo pregunten a Lester Nygaard, un vendedor de seguros acosado por un viejo
compañero de instituto, despreciado por su hermano guapo y
triunfador, y emocionalmente triturado en su propia casa por una mujer que le
odia más por lo que no es que por lo que es. Lester, el patético vendedor de
seguros que intenta convencer a un cliente de que los depósitos de cadáveres
están llenos de personas que creían que no necesitaban un seguro, permite con su
inacción que Lorne asesine a su acosador, mata luego a su mujer golpeándole la
cabeza con un martillo y asiste impasible al brutal asesinato del jefe de
policía. Hay caminos que es mejor no recorrer, aunque en los mapas de Minnesota
no aparezca escrito “Hic sunt dracones”.
La serie “Fargo”, inspirada en la película del mismo título, mantiene la
misma lógica desquiciada marca de la casa Coen, la misma crueldad idiota que
golpea el estómago del espectador pero no engaña a una policía novata. Lester
tiene dragones en las tripas, pero Lorne es un dragón con un peinado aún más
terrorífico que el de Javier Bardem en “No es país para viejos”. A Lorne, como a
Sócrates, le gusta hacer preguntas. Como Sócrates, Lorne quiere que los demás
se conozcan a sí mismos, así que les obliga a preguntarse por lo que hacen, por
lo que no hacen y por lo que deberían hacer: ¿por qué dejas que ese tipo te
pegue? ¿Por qué permites que tu jefa te trate así? ¿Por qué tengo que pagar un
suplemento en la habitación de este motel por tener una mascota pero no por
llevar encima bacterias? ¿Por qué tu padre quería más a tu hermano que a ti? ¿Me
está pidiendo que mate a ese hombre? Sócrates enloquecido y sin conciencia, sin
daimon, sin piedad, sin normas y sin dudas civilizadas, Lorne Malvo nos recuerda
que en Minnesota sigue habiendo dragones. Y, quien dice Minnesota, dice
Valladolid o ese rinconcito oscuro del corazón humano.
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