A las cadenas de televisión les gusta hacer lo que les da la gana. Pero no es fácil de conseguir porque los demás normalmente no dejan. A no ser que, por algún extraño motivo, los demás no digan nada y aquí paz y después gloria.
Hace años, se discutió cómo proteger a los niños de los
contenidos inapropiados con los que podían tropezarse si se permitía que las
cadenas hicieran lo que les diera la gana con la violencia, el sexo, el ocultismo
o las drogas. Las cadenas no querían ningún control, claro, porque preferían andar
a su bola. O sea, como los parlamentarios españoles, que pueden viajar gratis
sin que nadie revise qué hacen. Buscar cuáles eran sus argumentos da pereza,
pero podemos echar un vistazo a los actuales defensores de este sistema para
hacernos una idea. “Esto no es un
colegio, los parlamentarios son mayores de edad y tienen que viajar en
libertad”, dijo el portavoz del PP en el Congreso, Alfonso Alonso. La diputada del PP y vicepresidenta segunda del
Congreso, Dolors Monserrat, añadió
que no debe haber un control sino confianza: “Son gente muy responsable y muy austera”. Remató el presidente del
Congreso, Jesús Posada: “Yo no pienso ejercer de controlador de la
labor de los diputados. Me parece que los grupos pueden estar mejor preparados
y son más idóneos para controlar su actividad”. Es el coladero de la falta
de regulación disfrazada de autorregulación: imagínense qué chollo sería que
las cadenas fueran las encargadas de vigilar sus propios programas porque esto
no es un colegio, son mayores de edad, son responsables y tienen que emitir en
libertad.
Por desgracia, antes no existían tan rotundos argumentos,
por lo que las cadenas lograron aprobar su propio código de autorregulación,
sí, pero su incumplimiento puede ser denunciado por cualquier espectador y es
vigilado por un comité de autorregulación y una comisión de seguimiento. Afortunadamente
hoy sabemos que el poder no corrompe, como creíamos, sino que –magia potagia–
te hace bueno y justo. Por eso nuestros parlamentarios no necesitan tanta
vigilancia y tanta pamplina.
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