La crítica de televisión es una actividad que mejora con el intrusismo. Cuantas más personas vean la tele dispuestas a no dejar pasar ni una, mejor. Pero hay que tomar alguna precaución. Veamos un ejemplo.
José López Nicolás, profesor del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Murcia, analiza recientemente en su maravilloso blog “Scientia” el caso de una noticia que salió hace tiempo en el “Telediario”. En ella se promocionan descaradamente las cápsulas de azafrán creadas por un azafranero turolense: “Estudios de la Universidad de Teherán demuestran las bondades del azafrán para el equilibrio emocional, la depresión y el estrés”, dice el padre de la criatura. Con estas cápsulas, continúa la voz en off, “la vida, han comprobado, se ve mucho mejor”. El presidente de los farmacéuticos de Teruel lo avala añadiendo que todo lo que se vende en las farmacias y tiene el número del Código Nacional “ha pasado por Sanidad”. En su blog, López desmonta las mentiras de la noticia-publirreportaje: el estudio de la Universidad de Teherán carece de validez por no tener controles externos, ningún informe de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria avala esos supuestos beneficios del azafrán y el numerito que señala el farmacéutico es sólo un código nacional de parafarmacia para la venta de complementos alimenticios que ni garantiza su efectividad ni procede de ninguna autoridad sanitaria oficial. Inapelable, pero ¿y la precaución?
¿Me refiero a que como TVE oficialmente no emite publicidad, la disfraza de patrocinio o, mucho peor, publirreportaje como éste? ¿Me refiero a que la actual política científica y de becas del Gobierno nos devuelve a los tiempos del Ciripolen como forma de I+D? ¿Me refiero a que estas noticias simpaticotas sólo son el excipiente en el que diluir y disimular el amargo sabor de la manipulación política de los informativos? No, es aun peor: me refiero a que hay que fijarse en que la noticia salió el día de los inocentes del año pasado y que el farmacéutico nos hace un guiño con el cuello de su camisa. ¡Ay, qué bromistas son en la tele!
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