El “Telediario” es posiblemente el único programa de televisión que sale en el diccionario de
Empezamos hace años a hablar de “pena de telediario” para
referirnos al hecho de que los políticos, aún no condenados o ni siquiera
juzgados pero presuntamente implicados en algún delito, salían en los
telediarios cuando acudían a un Juzgado o eran retenidos o esposados por
agentes de seguridad. El hecho de verlos en estas condiciones era considerado
ya una pena, para algunos injusta por aplicarse violando el principio de
presunción de inocencia.
Pero la vida cambia y el lenguaje evoluciona. Estos días
(estos meses, ya va para unos añitos) vemos en los telediarios, un día sí y
otro también, un desfile constante de noticias que han hecho que la expresión
“pena de telediario” vaya cambiando de significado. Son noticias de dos tipos que
se complementan para lograr este cambio semántico. En unas, salen a la luz
casos y más casos sangrantes de corrupción política, casos de personas que ya
eran ricas pero que además aumentan su riqueza a costa del dinero de todos,
casos de desfachatez constante por parte de quienes nos recetan purgante acusándonos
de vivir por encima de nuestras posibilidades. En otras, salen a la luz casos y
más casos de personas que sufren, casos de personas que ya eran pobres pero que
además aumentan su pobreza al robarles el dinero de todos, casos de amargura
constante por parte de quienes tienen que tomarse un purgante porque mantienen
una cantidad de corruptos por encima de sus posibilidades. Aumenta la brecha
entre ricos y pobres, dice la tele. Pues claro. Así las cosas, no queda otra
que exclamar con pesadumbre: “¡qué pena de telediario!”.
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