Cuando TVE abrió los ojitos y comenzó a emitir sus sueños al espacio radioeléctrico, Forges ya estaba allí. Durante los 56 años transcurridos desde entonces, el gran dinosaurio televisivo albergó en sus entrañas a muchos más inquilinos reales e imaginarios que aquellas ballenas que tuvieron que conformarse con acoger a personajes de ficción planos y sin proyección como Jonás o Geppetto. Anteayer, en un acto de justicia poética que ya estaba tardando, por fin La 2 de TVE le dio su propio espacio a Forges para que diera rienda suelta a su mundo, que es, con su permiso, el nuestro.
¿Se acuerdan de aquella vez que hace unos años Buenafuente invitó a Forges a su
programa y le recibió con un plató chulísimo decorado para la ocasión con
tropecientas referencias a las viñetas del maestro? Pues ahora Forges ya tiene
su propio plató decorado con ese trazo que tanto se esforzó en conseguir para
que se reconociera de lejos (lo cuenta él: fue un consejo de su padre). Es más,
no solo está rodeado de sus personajes, es que, ¡gensanta!, la mesa misma es uno de sus característicos bocadillos.
La fórmula elegida para dar contenido y cuerpo a tan gran ocasión
televisiva recuerda la utilizada desde hace años por los geniales “Ilustres
ignorantes” Javier Coronas, Pepe Colubi y Javier Cansado en Canal+: unos amiguetes se reúnen para dar rienda
suelta a su magín mientras un público cómplice los ve muerto de ganas por
sumarse a la fiesta y después ir a tomarse unas cañas todos juntos. La pena es
que el programa de Forges nace con un pecado original: se llama “Pecadores
impequeibols” porque está limitado a siete entregas dedicadas a los siete
pecados capitales. No suframos, si dejan un poco suelto a Forges seguro que se
le ocurren juegos de palabras ingeniosérrimos para añadir más programas sobre
las tres virtudes teologales, los cuatro evangelistas, los siete sacramentos,
los diez mandamientos, los doce apóstoles, las cien mil vírgenes y la
multiplicación ad líbitum de los cinco panes y los dos peces. Así sea.
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