Estoy a favor de las parejas interraciales, de las parejas de diferente edad, de las parejas de diferente religión, nacionalidad o ideología política. Por estar, incluso estoy a favor de las parejas de diferente sexo. Pero todo tiene que tener sus límites, porque si no esto se convierte en un putiferio en el que se confunde libertad con libertinaje. Alguien tiene que decirlo en voz alta y clara: son intolerables las parejas amorosas de diferentes géneros televisivos, o, dicho de otro modo, María Teresa Campos y Bigote Arrocet, lo vuestro tiene que acabar.
Lo siento mucho. No es nada personal; es un asunto estrictamente ontológico. Los humoristas con los humoristas. La gente del corazón con la gente del corazón. Mira a Íker Casillas y a Sara Carbonero: deporte y deporte - bien. Mira a Ana Pastor y a Antonio García Ferreras: informativos e informativos - como tiene que ser. Mira a Eduardo Inda y a Pablo Iglesias -bueno, éstos no son pareja del todo, pero trabajan el mismo ramo televisivo y cada vez se miran con ojos más tontorrones-. La noticia del romance entre Campos y Arrocet desasosiega al más pintado, marca el fin del mundo as we know it, hace que cada día sea un sinvivir por la posibilidad de ver en las revistas unas imágenes de un piquito entre Josep Pedrerol y Belén Esteban a la salida de un restaurante o de un morreazo entre Jesús Vázquez y Hermann Terstch (creo que he escrito bien el apellido, tampoco es un tema que me importe mucho; ah, y perdona, Jesús, por el mal gusto del ejemplo, pero es la pareja más surrealista que se me ha ocurrido) en la cubierta de un yate.
Se le acabará escapando a Campos un “piticlín, piticlín” en medio de “Qué tiempo tan feliz”. Veremos a Arrocet en alguna lista nostálgica de las “chicas Hermida”. En “Sálvame” no sabrán si despellejaros o respetaros, ya que uno de los miembros está protegido por la cadena y el otro no. España no está preparada para estas moderneces. Tú, María Teresa, eres pera; y tú, Bigote, eres manzana. Recordad lo que dijo la alcaldesa.
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