Peret nació hace 79 años cuando concluía la estación de peret. Hoy las estaciones son otras, pero los antiguos egipcios le llamaban “peret” a una de las tres estaciones en las que habían dividido el año porque así es como se decía entonces “siembra”. Peret y peret, la rumba catalana y la siembra, tiene bemoles la cosa. No hay cosecha sin sembrado, y todos los que después transitaron por el fecundo terreno musical de Peret recogiendo grano en grandes haces, o espigando un poco aquí y allá, deberían saberlo. También estamos en deuda con él los amantes de la música popular. Y los que algún día –siempre lo hay– hayan prolongado más de la cuenta una parranda o hayan cantado “No estaba muerto”.
Anteayer, el mismo día de la muerte de Peret, TVE reaccionó
rápidamente y le rindió homenaje reemitiendo el reportaje “Peret, mucho más que
rumba” en La 1. Setenta minutos intensos de imágenes de archivo, entrevistas y
declaraciones para resumir una fértil vida de siembra en la que en vez de azada
(“mer”) usó modernos aperos de
labranza como el ventilador y las palmas. Solo les traigo aquí un dato que
deberían tener en cuenta esos pesados eurofans: Peret participó en “Eurovisión”
en 1974 porque le obligaron y no le quedó más remedio, pero no tenía ningún
interés en ir. A ver si, aunque sea cuarenta años después, vamos entendiendo la
lección.
“Peret, mucho más que rumba” solo tuvo un inconveniente:
se emitió a las tantas y de improviso. Sería injusto dar el trámite por
cumplido y dejar una figura así abandonada como pasto para “Cine de barrio” y “¡Qué
tiempo tan feliz!”. Habría que remitir el reportaje en La 2 con un mejor
horario y una buena promoción, pero sería mejor aún completar la siembra de
Peret con un repaso a todo lo que el mundo de la música cosechó y sigue cosechando
desde entonces gracias a su siembra.
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