Para
los chicos de Canal +, “Django desencadenado” es cine. Lo dice el cartelito,
cortesía de la casa, que aparece al pulsar el botón “piloto” en el mando a
distancia. Bien. Pero el cartelito no sólo aclara que la película de Tarantino “Django desencadenado” es
cine, sino que apostilla que la tremenda historia de crueldad y venganza del
esclavo negro Django es una
“comedia”. Ay. Una de dos, o la comedia es un género en el que caben desde las
películas de los Hermanos Marx a la trilogía de la depresión de Lars Von Trier, o alguien ha metido la
pata y ha confundido los cartelitos. Si es lo primero, supongo que tendremos
que acostumbrarnos a ver “Juego de tronos” cono una telecomedia de larga
duración y a Michael Haneke como un
nuevo Jerry Lewis levemente
austriaco. Si es lo segundo, entonces se trata de una epidemia.
La semana pasada, en el telediario
de La 1, Iliana Viera informaba
desde Queralbs, en Girona, acerca de la negativa de Jordi Pujol a hacer nuevas declaraciones sobre sus vergonzosos líos
de la siguiente manera: “Aquí, en la casa de Queralbs, donde se refugia Jordi
Pujol, el absoluto es hermetismo”. Enorme. Ya sabemos que el hermetismo siempre
es absoluto, como los espectáculos son dantescos o las emociones no se pueden
expresar con palabras, pero desde ahora el absoluto es hermetismo. Hegel debe estar aplaudiendo desde su
tumba berlinesa. Si, como dice Katharine
Hepburn interpretando a Leonor de
Aquitania en “El león en invierno”, todo es posible en un mundo en el que
los carpinteros resucitan, todo es
posible en un mundo televisivo en el que los cartelitos se mezclan
convirtiendo a “Django desencadenado” es una comedia y los periodistas se
confunden haciendo del absoluto un hermetismo. Me gustaría contribuir a este
bonito lío diciendo que Django es un absoluto hermético de la esclavitud y que
el absoluto hermético de Jordi Pujol en su casita de Queralbs es una comedia.
Le toca.
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