Belén Esteban asciende a los cielos. Si Letizia de princesa pasó a reina, ella de princesa pasó a diosa. Y está encantada.
Para celebrar el quinto aniversario de “Sálvame”, el
programa encargó una foto de sus colaboradores a Ouka Leele, quien, inspirándose en Bollywood y la inconografía hindú,
decidió presentar a la Esteban como una diosa de seis brazos. Tantos brazos
desconcertaron a la de San Blas, pero quedó encantada cuando le dijeron que era
una diosa.
En “Los dioses de la ruta del incienso”, el filósofo Vicente Domínguez estudia la figura de Evémero de Mesene, quien hace más de
dos mil años pretendía hacer creer que determinados hombres no son hombres sino
dioses de paso por la Tierra. Pero no lo hacía como un ejercicio erudición, ni
siquiera para divertir, sorprender o epatar al personal que se aburría por las
tardes, sino con una finalidad política inmediata: fundamentar la divinidad de
la dinastía de los Ptolomeos, faraones de Egipto.
Ouka Leele no pretenderá fundamentar la divinidad de una
nueva dinastía, pero juega con fuego. Como explica Dominguez magistralmente, Platón dejó claro que los dioses no pueden
ser monstruos malvados como lo son los colaboradores de “Sálvame” o los
terribles dioses olímpicos griegos que describe Homero. Los hombres divinizados no deben comportarse como
monstruos, sus hazañas no deben desarrollarse por gusto de los guionistas o
capricho de los protagonistas, sino con sentido y estructura. Han de moverse
como los eternos dioses celestes, como los astros y el cielo, como benefactores
y salvadores dioses de nuevo cuño, de imagen pulida y espléndida. Si no fuera
así, solo serían hombres.
No hay salvadores en el naufragio diario de “Sálvame”. La
Esteban debería reconciliarse con su humanidad y no alegrarse por ese espejismo
que la destruye un poco más transformándola ahora en una diosa monstruosa y
deforme.
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