“De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad”. Todos tenemos la obligación de ponernos al servicio de la colectividad y entregarle lo mejor que como personas seamos capaces de ofrecerle. El médico ha de utilizar su formación para sanar al mayor número posible de ciudadanos. El conductor ha de poner en práctica sus destrezas para hacer llegar a su destino con seguridad a viajeros y mercancías. Y el erudito -este tipo de persona que sabe un poco de todo, aficionado a mil temas culturales, estudioso, devorador de buenas películas, buenos libros y buenas páginas web- tiene la obligación moral de presentarse a los concursos de televisión, tanto más cuanto mayores sean los premios que el programa de televisión ofrezca.
¿Por qué las personas eruditas han de concursar en “Pasapalabra”? ¿Por vanidad, para servir de ejemplos formativos a las generaciones más jóvenes, para ver recompensadas económicamente sus loables aficiones? No, para ganar dinero para la comunidad, es decir, para la Hacienda pública. El otro día, Christian Gálvez preguntó a Paz Herrera “con la ese, apellido del compositor o autor de la obra ‘El concierto de los animales’ de 1886”, a lo que la brillante y veterana concursante del programa de Telecinco respondió “Saint-Saëns”. Es cierto que al hacerlo completó el rosco y se hizo acreedora de un millón trescientos mil euros, pero también lo es que por distintas vías el Estado va a recaudar cerca de la mitad de esa cantidad, por lo que finalmente los conocimientos musicales de Paz Herrera consiguieron que Mediaset tuviera que aportar unos seiscientos cincuenta mil euros extras a las arcas públicas.
Recordemos el viejo dicho del comunismo libertario con el que se inicia esta columna. Jóvenes, formaos lo mejor que podáis; y sabios ancianos, acudid a los concursos televisivos y ganad grandes premios para que todos nosotros ingresemos la mitad de su importe. ¡A “Pasapalabra”, a “Pasapalabra”, por el triunfo de la Confederación!
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