No podemos vivir nuestra propia muerte. Ya lo dijo el bueno de Epicuro de Samos hace más de dos mil años. No es que le gustaran los juegos de palabras, es que quería evitar que el temor a la muerte nos impidiera llevar una vida feliz. Si la muerte no forma parte de la vida (no existe el más allá porque nuestra alma, como nuestro cuerpo, está formada por átomos que se disgregan al morirnos), podemos concentrarnos en llevar una vida repleta de sabiduría y felicidad. Sin duda Epicuro era un tío grande, pero no cayó en la cuenta de que el motivo de nuestra preocupación e infelicidad no fuera el miedo a vivir nuestra propia muerte, sino la desesperación de no poder vivirla.
A ver, cuando se muere alguien se dicen de él maravillas. No
hace falta que se lo merezca. Y da igual que las mentiras hagan llorar al niño Jesús: en los funerales se cubre a los
muertos de montones de flores (tanto vegetales como alabanzas) y el niño Jesús
no rechista. Es injusto: con la caña que nos damos en vida, fastidia perderse
precisamente el día en el que todo el mundo habla bien de uno. A no ser que
seas rey y abdiques, claro.
Solo un rey puede permitirse el lujo de vivir su propia
muerte. Cuando le dé la real gana real. Va el tío, abdica, y pasa de vivir en
esa nube de halagos y lisonjas en que viven los reyes, a vivir en una
ciclogénesis explosiva de halagos y lisonjas que incluso a Nerón le parecería excesiva. Si por la mañana se levanta un poco
bajo, pone la tele, ve aquello, y se le pasa. Si al mediodía se encuentra
inapetente, pone la tele y se le pasa. Si la siesta le deja mal cuerpo, pone la
tele y se le pasa. Si a la cena le invade la dulce languidez de la melancolía,
pone la tele y se le pasa. Si por la noche no puede conciliar el sueño agotado
por la responsabilidad que supone tener que hacer salir el sol y madurar las
cosechas como hacen los reyes desde tiempos de Keops, pone la tele, le cuenta el cuento que más le gusta, y se
duerme como un bendito. Que sí, que es bueno ser rey.
1 comentario:
Sí, qué bueno es ser rey; sobre todo en España, donde se le hacen las leyes a medida.
Publicar un comentario