Uno de cada diez días, los colaboradores de “Sálvame” deberían hacer huelga de mierda caída. Uno de cada diez días, deberían quedarse callados en directo y mirar fijamente a la cámara sin hurgar en las miserias de nadie, sin montar ninguna de sus trifulcas precocinadas, sin decir ni pío. Uno de cada diez días, deberían darse a valer y evidenciar que, sin su laboriosa labor de extracción y destilado de mierda, la producción nacional de telebasura languidecería por falta de materia prima. Entonces, un pujante sector audiovisual dejaría de ser rentable y no produciría los altísimos dividendos que logra ahora. Solo así se valoraría lo que hacen y se pagaría su basura a precio de mercado.
Pues no hay manera. Hace ya unas semanas que se supo que
“Sálvame” había bajado el sueldo un diez por ciento a sus colaboradores, que,
claro, estaban molestos; pero el programa sigue emitiéndose como si nada. No
solo no se plantan, sino que siguen aceptando unas condiciones laborales
pésimas que les obligan a vivir en directo y aceptar guiones cada vez más
peligrosos (el otro día, Lydia Lozano
tuvo que afrontar en el plató una guerra de agua más propia de unos niños en el
Parque de Salpicamás que de una señora que debería estar dando un paseo por la
ruta del colesterol. Se pegó una costalada que no se la deseo ni a Jorge Javier Vázquez).
Ahora que Mediaset se quedó sin la Roja en el Mundial y la
audiencia flaquea, los colaboradores de “Sálvame” deberían armarse de valor y
plantarse. Tal vez tengan miedo a que otros les quiten un trabajo tan chollo,
pero no deberían: aunque la mierda está al alcance de cualquiera, nadie es
capaz de producir tanta, en tales cantidades y durante tanto tiempo como ellos.
¿Diez por ciento menos de salario? ¡Pues diez por ciento menos de mierda!
Ánimo, camaradas, que de rebote la tele sería un diez por ciento mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario