El brutal ascenso en la ficción de Frank Underwood a la presidencia de los
Estados Unidos en “House of Cards” (Canal+ Series) convierte el camino real de
Nicolás Sarkozy hasta la presidencia de la República Francesa en la película “De
Nicolás a Sarkozy” (Canal+) en una mezcla entre melodrama y comedia romántica.
Con “House of Cards” hemos aprendido que los pasillos de la Casa Blanca no son
muy diferentes de los siniestros pasillos del Hotel Overlook en “El
resplandor”: Frank llega a la cima del poder a golpe de hachazos, y el poder no
es más que un enorme y aislado hotel de montaña en el que los ciudadanos no
pintamos nada. Comparadas con la ambición y falta de escrúpulos de Frank, la
ambición y falta de escrúpulos de Sarkozy nos parecen inofensivas.
El arte da
mil vueltas a la realidad. O, mejor dicho, la ficción basada en la realidad da
mil vueltas a la ficción basada en los hechos reales. Por eso “House of Cards”,
serie televisiva basada en la realidad de la alta política, es mucho más
interesante que “De Nicolás a Sarkozy”, “W” y “La reina”, películas basadas en
los hechos reales de la vida política y privada de Sarkozy, George W. Bush e
Isabel II. “House of Cards” es como “Juego de tronos”, pero con corbatas en
lugar de espadas, por eso los pasillos del poder en la capital de los Siete
Reinos se parecen tanto a los pasillos del poder en la capital de los Estados
Unidos de América. Los pasillos del poder en el palacio del Elíseo en “De
Nicolás a Sarkozy” se parecen más a los pasillos de “Aquí no hay quien viva” que
a los pasillos del Hotel Overlook. Nadie quiere presentar al presidente de la
República Francesa, al presidente de los Estados Unidos de América o la reina
del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte como un Jack Nicholson
desquiciado, ni al palacio del Elíseo, la Casa Blanca o el palacio de Buckingham
como un enorme hotel construido sobre un cementerio indio. Pero la alta política
no es un melodrama ni una comedia romántica a la espera de Carla Bruni. La alta
política se hace con el hacha en la mano en los pasillos del Hotel Overlook.
Frank Underwood se comería con patatas a Nicolás Sarkozy. Al Sarkozy de ficción,
claro.
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