Lo dicen los psicólogos: conviene ir al supermercado a hacer la compra después de haber comido y no antes. Lo dicen los críticos de televisión: conviene ver “Masterchef” antes de haber cenado y no después. Si uno va a hacer la compra tras cinco horas de ayuno postdesayuno es muy probable que se deje seducir por la vistosidad de los envases y termine comprando el triple de los alimentos que necesita. La vacuidad del estómago -y de la vida en general- nos convierte en individuos altamente seducibles. Y si uno ve “Masterchef” después de haberse ofrecido una opípara cena es casi seguro que Samantha -¿esa “th” era verdaderamente necesaria? ¿no sería el mundo un lugar más habitable si la sustituyéramos por una simple “t”?- Vallejo-Nágera nos parecerá una repipi estirada muy cargante, y frases como “este plato tiene sentimiento y expresa buena parte de tu biografía” nos sonarán a cadáver exquisito surrealista. La plenitud del estómago -y de la vida en general- nos convierte en individuos desmotivados, hartos, saciados.
Yo mismo me he tomado como sujeto experimental para comprobar la tesis anterior. La primera edición de “Masterchef” me resultó banal, adormecedora, insípida. Pero recientemente caí en la cuenta de que siempre que me ponía a ver a los hijos de Ferrán Adriá acababa de cenar. ¿Qué pasaría si me exponía al programa estrella de la televisión pública tras un prolongado periodo de ayuno? Anteayer, cuando se estrenó la segunda temporada, pasé el día entero sin comer y sintonicé La 1 a las diez y media de la noche. Vaya cambio. Qué programazo. Qué simpáticos son todos los concursantes. Qué maja es Samantha -como mola esa “th” de su nombre, ¿no?, le da un puntito de exotismo y distinción- Vallejo-Nágera. ¿Habrá algo más apasionante que ver como Cristina emplata finalmente su besugo (¡ay!) a la mallorquina (¡ay, ay!)? Tienen razón los psicólogos y los críticos de televisión: “Masterchef” es un programa irresistible, pero tan sólo para aquéllos que se puedan permitir cenar a los miércoles a la una de la mañana.
Master Chef. No es lo mismo ver Master Chef cenado o sin cenar. No es lo mismo ver la vida a través del ojo crítico de Antonio Rico que verla sin más. No es lo mismo oir al Lab de Radio que escucharlo.
ResponderEliminar*Se recomienda escuchar esta crítica con el estomago vacío y las orejas bien abiertas.
www.laboratorioderadio.com y www.antoniorico.es
http://www.ivoox.com/cenar-a-manana-por-audios-mp3_rf_3022658_1.html