Hay gente que cuando se muere ni abandona el cuerpo ni
atraviesa un túnel de luz. Es gente que se queda en el más acá viendo la tele.
Y eso que la tele no tiene ni la mitad de glamour sobrenatural que un túnel
perfectamente iluminado, con su coro de ángeles y esa inmensa paz que lo inunda
todo. ¡Mira que preferir la tele a un túnel metafísico con todos sus
complementos! Hay gente que ni para morirse es como Dios manda.
El último caso se descubrió esta semana en Francfort,
Alemania. La policía encontró a una señora de 66 años que llevaba 6 meses
muerta pero que seguía sentada viendo la tele (¿666? Como se entere de esto Íker Jiménez, tiene para seguir viviendo
sin trabajar una semana más). Parcialmente momificada, no hizo falta ni
autopsia de la señora ni acudir al estudio de los insectos que habían anidado
en ella para averiguar cuánto tiempo llevaba muerta: a su lado, frente a la
tele encendida, estaba la teleguía de septiembre, su último alimento
espiritual.
Es triste no abandonar el cuerpo después de muerto porque un
cordón de plata te mantenga mirando la tele como si fueras un obstinado sitting dead. Y más triste es que nadie,
ni siquiera Rick Grimes, te haya ido
a visitar o te haya echado de menos en medio año. Así que podemos alegrarnos al
enterarnos de que en el futuro estas cosas dejarán de ocurrir. En efecto, un reciente
estudio muestra que los jóvenes de 14
a 24 años prefieren ver sus programas favoritos en
ordenadores, teléfonos inteligentes, tabletas y videoconsolas a verlos en la
tele. Así que, pronto, gracias a la civilización y el progreso, dejaremos de
morir solos frente al televisor y podremos morir solos frente a las nuevas
pantallas. Cuando el dispositivo lleve un tiempo sin interacción, se suspenderá
para ahorrar energía. Y una aplicación avisará para que retiren el cuerpo antes
de que los vecinos noten que huele mal el rellano de la escalera.
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