El presidente del Gobierno debería dar un paso al frente y asumir su responsabilidad en la manipulación a la está sometida la serie “Cuéntame cómo pasó”. Y si no un ministro. Que un ministro reconozca de forma oficial lo que se rumorea extraoficialmente: que desde arriba se ordenó a los responsables de la serie que escamotearan la aplastante victoria electoral del PSOE en otoño de 1982. Y si nadie en el Gobierno tiene la valentía de asumir la intromisión, que le den indicaciones a Leopoldo González-Echenique, presidente de RTVE, para que vuelva a comparecer en el Congreso a hablar de este asunto como hizo hace apenas tres semanas. Pero que ahora, en vez de negar la intromisión en “Cuéntame”, la reconozca.
No aseguro yo, quita, quita, que estas directrices hayan
existido de verdad. De eso no tengo ni idea. Lo que quiero decir es que,
existieran o no unas “órdenes”, “indicaciones” o simples “sugerencias” venidas
desde arriba, lo que está sucediendo en “Cuéntame” esta temporada es justo lo
que habría hecho un grandioso equipo de profesionales al que le hubieran hecho
semejante encargo. Las tramas dieron un giro de una serie intergeneracional
para ver en familia a una serie que ya no se sabe qué es, que pierde el rumbo,
que abandona ese terreno cómplice que tan buenos resultados les daba para hacer
cosas como dedicar todo un capítulo delirante a un Carlitos atormentado por un trauma que no interesa a nadie. Y, de
remate, los cuernos de Antonio a Merche.
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