Programas como “Alaska y Coronas” dependen fundamentalmente de las propiedades atómicas de sus presentadores. Poco más se puede hacer. Son estas propiedades esenciales las que determinarán si un elemento químico entrará en reacción o no con otro y dará lugar a un compuesto que supere a los componentes de partida. Se trata de aspectos como el número de electrones que posean en sus capas más exteriores, su densidad, el efecto fotoeléctrico que posean ante radiaciones de baja energía. Hay elementos químicos altamente reactivos, que son prácticamente imposibles de localizar aislados y siempre están formando parte de compuestos, como los metales alcalinos y alcalinotérreos -el litio, el potasio, el magnesio, el calcio-. Y hay elementos químicos inertes, cuyo potencial de reacción ante otros elementos es casi nulo; ocurre con los gases nobles, pero también con otros elementos como el nitrógeno o el platino.
Joaquín Reyes y Mara Torres son gases nobles. Javier Coronas y Alaska son metales alcalinos. No hay nada bueno ni malo en ser una cosa o la otra. Nadie es mejor ni peor por la densidad de electrones que posea en sus capas exteriores. No hay que marginar a las personas por sus propiedades subatómicas. Pero las diferentes reactividades de unos y otros hacen que en el caso del programa “Reyes y Torres” de la temporada pasada nunca viéramos saltar chispas entre los dos presentadores, mientras que desde el primer minuto del programa de estreno de “Alaska y Coronas” se produjeran unas fuertes reacciones químicas exotérmicas entre la cantante pop y el humorista rock, cuyo calor desprendido llegó claramente hasta nuestros televisores.
Javier Coronas es el sodio, Alaska es el cloro, y el programa resultante es inequívocamente salado. ¿Y Darío Adanti? ¿Qué papel desempeña el misterioso dibujante Darío Adanti en este laboratorio de química con los extraordinarios retratos que realiza de los invitados? Ah, Darío Adanti es un catalizador, pero ese concepto químico lo explicaremos en otra columna.
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