Tras ver a Jordi Évole ejercer de intermediario entre Artur Mas y Felipe González en la vuelta de “Salvados” (noche del domingo en laSexta), no deberíamos pensar que el incipiente contacto entre las dos orillas fue urdido en su día por Andreu Buenafuente que actuó como mediador lanzando a Évole como “El Follonero” para después poder catapultarlo a “Salvados” donde se forjaría el prestigio que le permitiría convertirse en el puente entre Mas, en el papel de correveidile de los intereses independentistas de la burguesía catalana, y González, en el papel de enviado de Mariano Rajoy como alcahuete de los intereses centralistas de la burguesía española.
Es cierto que parece que en “Salvados” hubo un diálogo en el
que se dialogó acerca de la importancia de dialogar sobre una salida dialogada
al problema de la falta de diálogo. Pero bajo la playa estaban los adoquines y
fue la guerra.
Évole se dirigió a los dos presidentes como “Señor Mas” y
“Señor González”, pero pronto González comenzó a atacar llamando con retintín a
Mas “presidente” (en lugar de
“president”), a lo que Mas contraatacó llamando con retintín a González “presidente” (aludiendo a que solo es
expresidente). Évole reaccionó llamando a Mas “president”, pero fue en vano. Se formó un revoltijo en el que se
habló del presidente Pujol, el presidente francés, el presidente alemán, el
presidente Rajoy y cualquier otro presidente español (mientras -ay, ay, ay- se
degradaba al presidente Rodríguez Ibarra
a simple “señor”).
No exagero, es que tanta tele hace daño en los momentos más
insospechados: no sé que vieron ustedes, pero yo solo vi un choque egos imparables
contra presidentes inamovibles en una junta vecinal simultánea de “Aquí no hay
quien viva” y “La que se avecina” en la que Pedro, Javi, Antonio, Judith, Enrique, Amador, Juan, Higinio, Lucía, Mauri, Belén, Rafael y Carlos no hacían más que boicotearse llamándose presidentes unos a
otros.
no lo vi, no me sorprende, el encuentro carecía de interés desde antes de producirse.
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