Lo malo de “El método Osmin” (noche de los viernes en Cuatro) es que el método que aplica Osmin es malo, pero no es lo peor. Con esfuerzo, trabajo y dedicación, ese ser vivo ha experimentado sobre sí mismo en un largo proceso de ensayo y error que le ha permitido ir acumulando laboriosamente un enorme montón de conductas contraproducentes, tareas molestas y hábitos nocivos capaces de evitar que un ser humano lleve una vida plena y digna de ser vivida. El espíritu engreído y fanfarrón de Osmin le impiden atesorar semejante cantidad de porquería para sí solo, por lo que ha decidido compartirlo con todos aquellos mentecatos que se ponen en sus manos y con todos aquellos incautos que quieren asistir al espectáculo viéndolo por la tele.
Pero, ya lo decía al principio, el método que aplica Osmin
no es lo peor. Al método alude el título del programa para que nos quedemos en
lo malo y no nos demos cuenta de que detrás hay algo peor que hacer el estúpido
por la calle, que soportar humillaciones, que seguir dietas insanas, que mantener
abstinencia sexual y que mandar la dignidad personal a freír churros durante
treinta días. Lo realmente espeluznante de “El método Osmin” es el objetivo que
persigue, el fin que busca, la meta que pretende: ser como es él.
Y, ay qué miedo, todo parece indicar que el método que en el
pasado siguió Osmin para ser el actual Osmin de “El método Osmin”, es el método
que ahora aplica Osmin en “El método Osmin” a personas que en el futuro serán
como el Osmin de “El método Osmin”. Un auténtico desastre porque sin duda el procedimiento
funciona: ahí lo tenemos a él de prueba. Pues vayámonos preparando para la
segunda parte del programa: “El resultado Osmin”. Osmin volverá y será
millones. Que Dios nos coja confesados.
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