Seamos traperos del tiempo. El doctor Gregorio Marañón lo era y nosotros no vamos a ser menos. Su trabajo era muy absorbente, pero él no desperdiciaba ningún retal, ningún recorte. Por pequeño que fuera, Marañón lo aprovechaba para cultivar su pasión por la escritura. Aprendamos de él. En cuanto nos quede un tiempo muerto debemos devolverlo a la vida, debemos dedicarlo a una de las grandes pasiones que alberga cualquier televidente de bien en lo más profundo de su corazón: el odio a “Sálvame” y todo lo que representa.
Chelo García Cortés,
uno de los miembros de ‘la parada de los
monstruos’ que lidera Jorgeja,
denuncia que hay personas que critican “Sálvame” sin verlo. Además, añade que
le molesta que se diga que tienen guion, porque se pelean de verdad. Al parecer,
deberíamos dedicar cada día la mitad de una jornada laboral (los viernes,
doble) a ver a Lydia Lozano
desmayarse en directo o a Kiko ‘Eldegranhermano’ merendar en
directo para poder afirmar que eso es lo mejor que saben hacer unos seres
humanos que, a cambio de dinero, están dispuestos a dejarse azuzar y pelearse
como alimañas.
Pues no. Los supertacaños de “Supertacaños” (Discovery Max)
ahorran dinero de cualquier forma imaginable: se duchan con la ropa puesta para
no gastar agua y jabón, reutilizan las bolsas de té y recogen las palomitas
desperdigadas por el suelo del cine para no comprarlas. Nosotros debemos ser
supertacaños con el tiempo, pero sin ser tan retorcidos: nos conformaremos con
no malgastar nuestro valioso tiempo con “Sálvame”. No es solo por aquello de “Vita brevis, ars longa” (“la vida es breve, el arte, largo”), que
dijeron Séneca e Hipócrates. Es sobre todo porque
“Sálvame”, de arte, no tiene nada. Por eso, siempre que tengamos un rato libre,
lo dedicaremos a no ver “Sálvame”. ¿Habrá mejor forma de aprovechar el tiempo?
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