Hoy se celebra la siempre aburrida y previsible gala de entrega del Balón de
Oro. Eso significa dos cosas. Primera. Tendremos que soportar la aburrida y
grimosa sonrisa de Ronaldo si gana y tendremos que soportar la previsible y
grimosa media sonrisa de Ronaldo si pierde. Segunda. Tendremos que escuchar un
montón de discursos aburridos, previsibles y grimosos tan alejados del fútbol de
carne y hueso como la moqueta del despacho de Joseph Blatter lo está del estadio
de Las Gaunas. Tercera. Tendremos que soportar y escuchar a todos esos
excelentes seres humanos que se ríen de la oratoria de Messi o de cualquier otro
gran futbolista. De acuerdo, había dicho que la gala de entrega del Balón de Oro
significa dos cosas, y no tres. Perdón. Pero la tercera es precisamente la que
más nos interesa ahora.
La culpa la tienen los enormes guionistas que
alimentan con su talento las bocas de James Spader en “The Blacklist” o de Kevin
Spacey en “House of Cards”. Por culpa de esos guionistas los espectadores nos
hemos acostumbrado a escuchar la palabra justa en el momento preciso, sin
desperdicios ni tonterías. Por culpa de los guionistas televisivos hemos
aprendido a reconocer a un torpe charlatán en dos segundos y medio. Vale. ¿Creen
que Messi se expresa mal? ¿Y qué me dicen que todos esos abogados que ocupan los
telediarios? ¿Han escuchado los ridículos balbuceos de Miquel Roca y de los
tipos encorbatados que representan a políticos corruptos, a terroristas
incorruptibles en su espantosa ignorancia, a exnosequé de nosequé con nosequé
problemas y a presuntos asesinos que pronto serán carne de Telecinco? ¿Se puede
hablar peor?
“Dedico este premio a mi familia, que siempre me ha apoyado, y
también a mis compañeros, sin los cuales yo no estaría aquí”. ¿Creen que es una
frase banal? ¿Y lo que dice Roca? ¿Y lo que se atreve a decir el abogado de
Bárcenas? ¿Y ese abogado que pretende hacernos creer que el amor y la confianza
de Cristina de Borbón en su marido son pruebas de que la infanta (“infanta”: qué
horror de palabra) no fue cooperadora necesaria en los delitos de Iñaki
Urdangarin? La gala del Balón de Oro es aburrida, y ningún futbolista es
Cicerón. Pero Miquel Roca es un abogado de gala que cobra sus servicios a precio
de oro. Por lo menos, que aprenda a hablar. O que contrate a un guionista.
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