Las grandes series de televisión actuales viven obsesionadas por la posibilidad de que el mal penetre dentro de nuestras zonas de seguridad. “Homeland” es la historia de cómo el mal podría llegar al corazón de la patria; no hay momento más desasosegante en las últimas décadas que el capítulo final de la T1 en el que Brody consigue infiltrarse con un chaleco bomba dentro de un búnker junto a la plana mayor del ejército y el gobierno de los Estados Unidos. En el episodio más aterrador de “Sherlock” Moriarty desarma todo el sistema de seguridad británico, penetra en el altar mayor de la monarquía en la Torre de Londres, y se sienta a la espera de ser arrestado mientras ríe y viste las joyas de la corona. El argumento de “Breaking bad” nos habla de un apocado profesor al que un cáncer lleva a traficar con metaanfetamina para dejar en buena situación a su familia tras su muerte, pero el tema que se oculta detrás es la impunidad y la fluidez con la que el mal puede inundar nuestra vida cotidiana más cercana allá donde se abra la menor rendija que lo permita.
Evitar que el mal penetre dentro de una forma ya abiertamente física es el hilo conductor de “The walking dead”, cuyos protagonistas viven para construir vallas y buscar muros tras los que protegerse del exterior malvado. No lo consiguió Rust Cohle, el coprotagonista de “True Detective”, que -con sólo tres capítulos vistos- será el personaje del año y arrastrará a su serie a la misma valoración. Pero no por la trama -vista una y otra vez en la ficción actual norteamericana-, no por la factura prodigiosa que siempre practica HBO, sino por ser la encarnación perfecta de la figura exacta del miedo en el siglo post 11-S: el héroe inundado por el mal, por el mal exterior filtrado hasta convertirse en el mal interior, pero en el que queda todavía un mínimo resquicio de bondad que proteger, una delgadísima última frontera que aún no ha caído. Cohle defiende en una pequeña esquina de su alma las vallas de la prisión que cuida Rick Grimes en “The walking dead”, pero mucho más débiles, asediadas por fantasmas mucho más poderosos. Resiste. Agotado y con sólo una levísima brizna de fuerza se niega a rendirse ante el mal que le ha invadido y que terminará venciéndole.