Si usted no ha visto el mensaje que grabó Mariano Rajoy para el día de la Constitución, deje de leer y póngase a verlo. Si ya lo ha visto y ha sobrevivido, tengo una pregunta para usted: ¿En que no se parecen Ronald Reagan, Juan Pablo II y Rajoy?
Hace treinta años parecía que inaugurábamos una nueva era en
la que, antes que nada, había que ser actor y dominar el escenario
para triunfar como líder político y social. Ahí está Toni Cantó, que inició una prometedora carrera en aquellos años de
desconcierto. Pero después, gracias a George
Bush II y Benedicto XVI, comprobamos
que no, que por muy mala imagen que dieras en pantalla lo importante era saber
rodearse de un buen equipo de profesionales que se ocupara de ese asunto.
¿Ya ha visto el mensaje de Rajoy para el día de la
Constitución? Si no lo ha visto, deje de leer y póngase a verlo. Si ya lo vio,
habrá comprobado que Rajoy está tan lejos de Reagan y Wojtyła que su carrera
política avanza sin dominar el escenario, sin dar bien en pantalla y, qué
valor, sin contar con la asistencia de ningún equipo de asesores de imagen que
se ocupe de estos asuntos tan menores, mundanos y triviales como asegurarse de
que quien da un mensaje a la ciudadanía mira a la cámara en vez de a las
musarañas.
Rajoy es un tío valiente. O pretende volver a la vieja y
dura política decimonónica en la que la imagen aún no ejercía su implacable
tiranía, o es un cachondo que quiere ponérselo difícil a Juan Carlos en su mensaje navideño robándole protagonismo. O quiere
salir en los vídeos didácticos mostrando a los estudiantes qué son los
movimientos sacádicos oculares, o quiere destrozar a McLuhan evidenciando que el
medio no es el mensaje si pasas del medio olímpicamente. Sea como fuere, por
Dios, si aún no ha visto el vídeo de Rajoy, póngase a verlo.
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