Dejemos en paz a los niños. Dejemos que escriban solos su carta
a los Reyes Magos. Si son solo niños y tienen ilusión por unos juguetes, ¿por
qué íbamos los adultos a fastidiarles la infancia? Pues que pidan los
angelitos. Que pidan lo que les apetezca. Y los Reyes Magos que se las apañen,
que para eso están. ¿No son ya los reyes tan poderosos que hacen lo que les da
la real gana sin necesidad de ser magos? Pues a ver por qué estos, que además
de ser reyes son encima magos, no van a traer a los chiquillos lo que piden. Y que
se callen los especialistas redichos. Que esos tipos pedantes que tanto saben
de niños y de educación y de regalos y de dar la tabarra dejen de fastidiar y
se vuelvan al mundo triste y antiguo del que se han escapado. Y que la tele no
les dé bola, que en cuanto alguien les pone un micrófono delante empiezan a
sermonear con sus viejas consejas y sus consejos viejos.
Pasó en el “Telediario” del otro día. Como ahora están
empeñados en teñir las noticias de ambiente navideño, un día hablan de la
lotería, otro hablan de las comilonas, y así. Y cuando tocó hablar de la carta
a los Reyes pasó lo que tenía que pasar: allí se colaron y en el reportaje se
plantaron los dichosos especialistas diciendo que los adultos no dejemos para
última hora los regalos de los niños, que nos sentemos ahora a escribir con
ellos la carta a los Reyes para conocer sus gustos. No se enteran.
Si durante todo el año los niños no molestan gracias a que
los enchufamos a esos canales infantiles tan prácticos, a ver por qué vamos a
ponernos a última hora a interferir en la educación que la tele les está dando.
Si los adultos dejamos que la tele escriba nuestra carta a los Reyes, a ver por
qué no va a escribir la de los peques. Que la escriba, que bien ganado se lo
tiene. Y los Reyes Magos que se las apañen, que de eso se trata.
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