Perdemos al Gran Wyoming. Se nos va aquel músico divertido que cantaba “Tramperos de Connecticut” con el maestro Reverendo. Nos deja el tipo cachondo que hace veinte años hacía programas transgresores como “El peor programa de la semana” en La 2 (ya valió de repetir “que veinte años no es nada” como papanatas: hace dos décadas nos quejábamos de que La 2 tenía audiencias de miseria, hoy con esos mismos números arrasaría y sería líder de audiencia). Marcha el francotirador dicharachero que puso patas arriba los informativos y el reporterismo de calle al frente de “Caiga quien caiga” yendo más allá de lo que la rana Gustavo jamás se había atrevido a hacer (¡Y en Telecinco! ¡Y dando caña incluso a su jefazo supremo, Silvio Berlusconi! ¡Y acudiendo a comer con su equipo al Palacio de
Wyoming el músico divertido, el tipo cachondo, el
francotirador dicharachero, el busto parlante rebosante de vis cómica, ha sido
sustituido por Wyoming el analista político, el sociólogo sesudo, el ideólogo
experto que concede entrevistas, regala titulares rotundos, realiza certeros
diagnósticos del mundo que vivimos, desenmascara al poder y no deja títere con
cabeza. El sábado por la mañana le oímos en “No es un día cualquiera” de RNE y
por la noche le vimos en “LaSexta noche” de laSexta. El médico cesante vestido
de bufón simpático capaz de decir la verdad al señor del castillo es ahora un
médico forense que disecciona la realidad y nos muestra sus desagradables
entrañas negras.
El partido en el poder las está armando gordas, pero aquí
hemos de denunciar que esta en concreto -acabar con nuestro Wyoming- no es menor y tampoco
figuraba en su programa electoral. No se lo perdonamos. Nos reíamos más antes.
Nos reiremos menos pero qué razón tiene Wyoming en lo que dice.
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