Viernes, 29 de noviembre de
Opción 1. Cierra la tele de la Comunidad de Valencia. Es
algo poco importante que afecta a los valencianos y solo a ellos. Fuera de sus
fronteras, no tiene ninguna trascendencia. Allá los valencianos, las empresas
que abren o cierran y la gestión que hacen de sus recursos.
Opción 2. Cierra una tele autonómica. Es el inicio de algo
relativamente importante que afecta a las comunidades autónomas que tienen tele
propia, pero a nadie más. En esas autonomías y, sobre todo, en esas cadenas autonómicas
deben estar atentos a lo ocurrido. Por aquello de las barbas de tu vecino y
tal. Los demás, tranquilos. En Cantabria no hay tele autonómica y, mira, no
pasa nada.
Opción 3. Cierra una tele pública. Es el inicio de algo
grande que afecta a todos. Todos somos un poco dueños de una tele pública.
Todos tenemos nuestras ideas respecto a su modelo de gestión y al servicio
público que queremos. Pero, igual que cerró en Grecia, puede cerrar aquí. La
expresión “televisión privada” pasará a ser una redundancia. Le llamaremos
simplemente “televisión”.
Opción 4. Cierra una televisión. Es el principio del fin de
una era. La tele empieza a ser prescindible. Herida de muerte, no cumplirá los
100 años. Hitler fue la radio. Kennedy fue la tele. El plasma de Rajoy fue una broma pesada al borde del
anacronismo. La tele agoniza. Los abuelos de hoy recuerdan el día que llegó el
primer televisor a casa. Los de mañana no recordarán el día que se estropeó el último
y no fue sustituido por otro. La tele se nos muere. Pasa a negro. Va a negro.
Funde a negro.
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