11/11/13

¡VIVA EL CONCURSANTE!

La tarde de los sábados en La 2 está bien, pero necesita renovarse y adaptarse a los nuevos formatos televisivos. “Días de cine” continúa con su esquema tradicional de presentación de las películas de estreno mezclada con reportajes variados sobre aspectos de la historia del cine; vale, pero el programa mejoraría claramente si cada filme nuevo se defendiera delante de un jurado formado por figuras populares de la tele, que bromeando entre ellas fueran eliminando una a una las películas candidatas hasta decidir finalmente la película ganadora de la semana. “La mitad invisible”, de Juan Carlos Ortega, nos ofreció anteayer un suave espacio dedicado a la figura de la cantautora Cecilia y todo el bosque de referencias que gira alrededor de “Un ramito de violetas”; no estuvo mal, pero el programa hubiera mejorado notablemente si se hubiera incluido un jurado de personajes populares y divertidos que hubiera ido juzgando diferentes canciones de Cecilia hasta quedarse finalmente con una única canción que sería la triunfadora de la noche. “La ruta de las especias” se detuvo en el cultivo de azafrán en el interior de Marruecos, y conocimos a varios cultivadores de tan carísima especia que nos describieron los laboriosos procesos relativos a su producción; fue un programa interesante, pero se echaba en falta un jurado compuesto por famosillos del mundo de la televisión que hubieran probado los diferentes azafranes hasta decidir el ganador que produjera el azafrán que más les hubiera complacido.

Trate sobre el tema que trate, -música, cocina, baile, proyectos empresariales, relaciones personales, saltos de trampolín-, los programas deben basarse en competiciones entre iguales ante un jurado intocable, caprichoso y todopoderoso que tiene permiso para humillar al que se ponga delante y al que los concursantes no pueden cuestionar. Estamos en 2013, y la televisión debe dejar claro cuáles son los valores apropiados para poder salir de la crisis. Especialmente, si hablamos de la televisión pública. El ciudadano ha muerto, ¡viva el concursante!

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