Hay muchas cosas que no veremos hoy en la tele. No las veremos porque nadie las va a emitir. Pero hay una cosa que no veremos que destaca por encima de las demás cosas que no podremos ver: un reportaje sobre la monarquía española que se titule “Juan Carlos, el ocaso de un rey”.
Esto tal vez se deba a que, en tiempos de ahorro, las
cadenas españolas tienen que recortar gastos y no pueden mandar carísimas
unidades móviles y costosísimos equipos de investigación hasta lugares remotos
como Madrid o el palacio de la Zarzuela. Así que la tele no nos dirá hoy que la
propaganda oficial nos ofrece una imagen del rey como un soberano modesto
(aunque estemos muy lejos de saber cuánto dinero nos cuesta), con una familia
unida (aunque el matrimonio lleve años separado y el rey tenga descendencia
secreta) y querido por el pueblo (aunque es el sucesor de un dictador de
extrema derecha, más de la mitad de los españoles reclamen una nueva
Constitución sin rey, y el monarca ya no sea para los jóvenes el padre de la
nación, sino el padrino de una monarquía mafiosa).
O tal vez no sea eso. Puede que las televisiones nacionales
consideren que hay tal cantidad de programas dedicados a decir estas cosas, que
prefieran diversificar la oferta y emitir programas novedosos sobre famosos, cantantes
y cocineros captar al público harto de tanto periodismo de investigación. Así
que nada de hablar de unos príncipes reducidos a ser unos maniquíes, jóvenes y
guapos, de la anorexia silenciada de la princesa o de cómo la inviolabilidad
del rey establecida por la Constitución le permite no someterse a las demandas
de paternidad interpuestas contra él.
Pero hay un remoto país llamado Francia que no tiene estos
problemas. Ellos sí podrán ver hoy un reportaje así en la tele. Claro que allí
la monarquía española les afecta muy directamente; no como aquí, que no lo veremos
y callaremos porque ese asunto no es de nuestra incumbencia.
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