Le deseo lo mejor a “Me resbala”, pero es un programa que me la refanfinfla. Me gustaría que triunfara porque es la última apuesta de Antena 3 para la noche de Antena 3 que intenta contener el avance de la infecciosa peste negra de “Sálvame deluxe”. Pero después de haberme administrado la dosis completa de la primera entrega de “Me resbala” les puedo asegurar y aseguro que mi cuerpo no reaccionó, que me dejó indiferente, que ni frío ni calor. Si la Agencia Nacional del Medicamento analizara este nuevo remedio ensayado anteayer diría que apenas si contiene trazas de improvisación, ese principio activo milagroso que tanto publicita en su envase. Pero sobre todo diría que debe revisar su posología, porque la sobredosis de “Me resbala” que Antena 3 arreó a la audiencia puede restarle eficacia. Peor aun, puede estar contraindicada en personas con hipersensibilidad a los formatos inflados y repetitivos.
Vamos a ver, a estas alturas es una temeridad pregonar un
programa diciendo que es una especie de concurso de improvisación. No es solo
que un concurso de improvisación no se anuncia sino que se improvisa, es que el
infeliz que se cree que en este negocio alguien deja el horario de máxima
audiencia en manos de la improvisación no ve la tele a esas horas: se acuestan
pronto porque tiene miedo a que el ratoncito
Pérez y los Reyes Magos le encuentren
despierto y le dejen sin regalos. Arturo
Valls, el presentador, sabía lo que tenía que hacer. Los
concursantes-invitados sabían lo que tenían que hacer. Hasta el público sabía
lo que tenía que hacer. Ya fuera de uno en uno, de dos en dos o todos a la vez,
debían reírse, aplaudir y gesticular como locos. Pero, por Dios, si hasta
repitieron tropocientas veces el mismo gag en el que se abre un botiquín y de
él se cae una furgonetada de suministros médicos. Pero, por Belcebú, si cada
vez que repetían ese mismo gag luego lo reemitían a cámara lenta.
O sea, que eso, que le vaya bien, pero “Me resbala” me la
refanfinfla.
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