La manipulación buena es la que se ve de lejos. Da gusto ser
manipulado cuando a uno le manipulan así. El descaro de la trampa la hace más
tolerable y, si me apuran, simpática. ¿El informativo nos dice que el notición
del día es el estreno de la nueva temporada de “La voz”, de “Águila roja” o de
“Tu cara me suena”? Coño, claro, eso es porque estamos viendo Telecinco, La 1 o
Antena 3. Ya nos avisa el logo que hay en la esquina de la pantalla.
Nadie se enfada cuando, al final del informativo, el
presentador da noticia de los estrenos televisivos y solo cuenta los de la
propia cadena. Nadie se alarma si, en medio del informativo, la presentadora
alardea de los últimos premios recibidos por profesionales o programas de la
casa y calla otros.
Conocemos las reglas de juego de un mercado regido por la
libre competencia. Entendemos que, al final de “El intermedio”, Wyoming haya empezado a informar de la
programación nocturna de Antena 3 justo cuando laSexta cayó en sus manos.
Incluso aceptamos que TVE, la tele de todos, se comporte en casos así como una
privada más y sea, en primer lugar, la tele de sí misma.
Otra cosa es la manipulación hecha con mala leche, la que no
se ve de lejos, la que te obliga a estar alerta. Como cuando un día el
“Telediario” ofrece imágenes de una entrega de premios (como ocurrió con los
“Antena de oro”) y una semana después no ofrece imágenes de una entrega de premios
(como ocurrió con los “Ondas”). Fastidia que TVE te manipule mostrando un día un
premiado de la casa (como cuando Julio
Somoano, director de Informativos de TVE desde hace menos de año y medio,
recogió un premio) y una semana después no te muestre otro premiado de la casa
(como cuando María Escario, que
trabaja en TVE desde hace casi treinta años, recogió un premio). Esta forma de
manipulación artera y malvada es peligrosa
en todas las cadenas, pero en las públicas es intolerable.
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