Uno lo flipa todo cuando busca en la web “Let it Snowden” para ver a cuántos enfermos se les ocurrió el mismo juego de palabras que a ti entre el apellido del protagonista del actual torbellino político internacional y el villancico que más cantarán estas navidades en todas las embajadas norteamericanas. No es para menos: además de que ya hay muchos canturreando “Let it snow, let it snow, let it snow…den”, hay incluso quien creó la página “letitsnowden.com”. Sobre la imagen de Edward Snowden caen como si fueran copos de nieve pequeñas pantallas con documentos comprometedores mientras suena la conocida melodía navideña. Te ríes, sí, pero ¿por qué creemos que espían a otros pero a nosotros no porque no tenemos nada que ocultar?
Millones de españoles dicen que lo único que ven en la tele
son los documentales de La 2. Se quedan tan anchos porque creen que nadie podrá
averiguar nunca qué botones del mando a distancia aprietan en la soledad de sus
casas. ¿De verdad que no se puede averiguar? Hay quienes se quejaron de que
“Informe semanal” fuera relegado a la madrugada de los sábados, pero ahora no
se pierden el chorraconcurso “Uno de los nuestros” que ocupa su lugar. Algunos
faltan al trabajo y dicen que no pueden levantarse porque están muy malitos
pero se pasan la mañana en el salón viendo “El programa de Ana Rosa” sin perder
detalle. Hay telespectadores que aseguran que no aguantan “Natural Frank” ni
“Hermano mayor” porque los presentadores les parecen unos pesados repetitivos
que van de sobraos, pero el otro día lo vieron enterito por si seguía la
pataleta tras el cruce de tuits en el que se enzarzaron unos días antes los dos
machos alfa. Los hay que afirman haber visto “Sálvame” en un zapping casual, o
porque lo puso la parienta en una guerra por el mando a distancia. o porque lo
usan de somnífero para dormir la siesta.
Allá cada uno, pero la próxima vez que apriete un botón sin
que nadie lo sepa recuerde que todos ocultamos algo y que la información es
poder.
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