Empezamos a lo grande. El genial Miguel Gila habla por teléfono desde una clínica de cirugía plástica con un individuo que quiere darle un “repaso” a su señora sin gastar mucho dinero: “No, yo por ese precio que dice usted le puedo quitar días. O sea, hoy es lunes, pues le dejo la cara del martes pasado. [...] Se casan con lo primero que encuentran y luego ‘arrégleme usted esto’, ¡como si fuera una bicicleta!”.
Eso le pasó a TVE la noche del jueves. Quería darse un
repaso pero gastando poco dinero, así que en vez de convertirse en un servicio
público despampanante, como quería, se le quedó la cara que tenía canal Odisea
el pasado mayo. La 2 emitió esa noche “La historia del mundo”, una magnífica
serie documental de la BBC. TVE la
había anunciado como un estreno a bombo y platillo, pero ya había sido
estrenada seis meses y seis días antes por una cadena de pago que luego remató
reemitiéndola las veces que le vino en gana.
Parece claro que son los británicos quienes están casados
con una televisión pública despampanante. Nosotros tenemos que conformarnos con
que tenga la cara que tenía canal Odisea el pasado mayo. De acuerdo, exijamos
más a quienes dirigen nuestra tele pública, pero reconozcamos que alguna parte
de la culpa será nuestra: solo un 2,3 por ciento de los telespectadores vimos
“La historia del mundo”. Los demás se conformaron con casarse con lo primero
que encontraron haciendo zapping,
aunque fuera la grimosa “Hay una cosa que te quiero decir”. Peor para ellos.
Casi medio millón de contribuyentes preferimos celebrar por todo lo alto que
entre todos estamos manteniendo un canal de pago público que no será la BBC,
pero al menos cuando emite una serie documental no la interrumpe con anuncios
como hace Odisea, esa cadena que después de cobrarnos encima nos fastidia con
anuncios.
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