Malas noticias: Antena 3 ya no emite los viernes por la noche “Por arte de magia”. Es cierto que la presencia de famosos en el papel de ayudantes y aprendices de mago resultaba, más que un aliciente, un lastre para un formato fallido; pero la desaparición del programa supone dejarnos huérfanos de magia en la tele. Y hace falta magia en la tele, en la calle y en la vida. Necesitamos la magia para conseguir que, además de saber leer y calcular, los ciudadanos nos enfrentemos a la vida con la sana costumbre de preguntarnos dónde está el truco cada vez que asistamos a algún fenómeno sorprendente o desconcertante.
En un “Telediario” de estos días contaban que, para lanzar
una revisión del clásico de terror “Carrie”, Sony grabó un vídeo con cámara
oculta que está causando furor en Internet. Para hacerlo, montó una cafetería
repleta de mecanismos ocultos y, cuando entraban clientes, una chica fingía un
ataque de ira. A su alrededor empezaban a pasar cosas raras: un chico
-compinchado- salía lanzado contra la pared y quedaba suspendido a un metro del
suelo, un montón de libros saltaban volando por el aire y las mesas y sillas se
apartaban de la chica sin que, aparentemente, nadie las tocara.
Nos pasamos la vida viendo en la tele y el cine miles de
películas y series en las que se producen todo tipo de milagros, poltergueist, maldiciones, apariciones
fantasmales, encantamientos, psicofonías, poderes paranormales y demás paparruchas.
De vez en cuando, muy de vez de vez en cuando, vemos cómo un honrado mago nos
engaña con sus trucos honrados. En esta balanza desigual, “explicaciones” como las
de “Cuarto milenio” llevan todas las de ganar. Ninguno de los primos que
entraron en la cafetería tramposa del vídeo de “Carrie” pusieron cara de
preguntarse dónde estaba el truco. Todos pusieron cara de creer en el timo de
la telequinesis. Sabrán leer y calcular, pero no entienden el mundo en el que
viven. Falta la magia en sus ojos.
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