Existen muchos elementos que median entre el hecho de que Jorge Javier Vázquez agarre por el brazo y retenga a Olvido Hormigos en un plató de Madrid mientras la insulta con saña, y el hecho de que usted y yo veamos en la pantalla de nuestro televisor de Vigo o Granada a Jorge Javier Vázquez agarrando por el brazo y reteniendo a Olvido Hormigos mientras la insulta con saña. Hace falta que unas cámaras recojan esas imágenes y las transmitan a una sala central. Después es necesario que las antenas emisoras de Mediaset difundan esa señal por el espacio radioeléctrico. Pero las ondas no son lo suficientemente potentes para llegar directamente a nuestros aparatos receptores. Para que la asquerosa escena que tuvo lugar en el barrio de Fuencarral llegue a Zaragoza o a Cáceres hace falta que el careto de Jorge Javier Vázquez pase por la red de repetidores de televisión digital que se extiende por todo el territorio español. Es una red pública, pagada con nuestro dinero, que Telecinco utiliza para meter su basura en nuestras casas.
Nosotros no escuchamos directamente a Jorge Javier Vázquez decir “¡qué gentuza, qué mierda, vete a la mierda, sucia, eres una cerda!”, no. Esas palabras las pronuncia el presentador en Madrid, las recoge un micrófono, se juntan con la señal del vídeo, y se emiten comprimidas al espacio radioeléctrico. Ni siquiera es eso lo que recibe la pantalla que tenemos en casa. Nosotros recibimos esa señal potenciada y redirigida por los repetidores de televisión digital, cuya instalación y mantenimiento pagamos entre todos los españoles. Nuestros descodificadores convierten esa señal en impulsos eléctricos, y los altavoces del televisor convierten esos impulsos en la voz de Jorge Javier Vázquez diciendo las palabras “mierda”, “sucia” o “cerda”.
Al igual que existe objeción fiscal por otros motivos, ¿no cabría organizar una objeción fiscal por la que los contribuyentes nos negáramos a pagar el uso de la red pública de repetidores de televisión digital que realiza Telecinco?
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